La gran sala del castillo estaba atestada de todas las
clases sociales del reino.
Se celebraba la
titulación de jóvenes talentosos que habían estado estudiando desde muy
pequeños en la prestigiosa universidad musical.
Aquella noche de calor sofocante hacía chorrear perlas de
sudor a la gente aunque ni siquiera esto era un impedimento. Los hermanos
Vargados eran los que peor lo pasaban, pues había llegado su turno, tenían que
demostrar todo lo aprendido al rey. Por encima de todo la canción que habían compuesto para esa
ocasión tenía que emocionarle. Rere y Dodo tenían más confianza en sí mismos o al menos eso querían aparentar, en
cambio Sisi y Lala lo estaban pasando mal.
La música armoniosa comenzó a salir de los instrumentos con
tal sensibilidad y provista de sentimentalismo que dibujaron sonrisas en los rostros del público,
disfrutando con enorme placer.
En el transcurso de la canción la seguridad iba acrecentándose
en las chicas pero disminuía en la de los chicos. Solo el profesor pudo
apreciar los fallos que cometieron.
Pero de pronto, algo parecía andar terriblemente mal,
insólito e inexplicable. Nadie podía oír nada, ni siquiera los Vargados que
intentaron tocar más fuerte pero el resultado fue el mismo.
Pararon, se miraron y empezaron a decir:
-Dodo, ¿me oyes?-Rere hizo un gesto con el dedo apuntándose
a la oreja, creyendo que solo él se había quedado sordo.
-No.-se asustó él también.
-Chicos, no puedo oír.- Lala hizo el mismo gesto que su
hermano.
Al igual Sisi lo hizo. Esta, la más aterrorizada. Gritaron
al unísono al mismo tiempo que veían formarse un tumulto de personas enloqueciéndose
por momentos. Lo que peor llevaban era sentir el silencio completo, espeso,
instalarse por doquier aun a pesar de la barahúnda.
Nadie sabía lo que estaba ocurriendo pero una persona se
hacía una idea lejana, imposible de creer.
Sisi vio eso reflejado en sus ojos. Se acercó lentamente mientras los demás seguían alborotados.
-Sabio, explíqueme esto.-el anciano pudo leer en sus labios
lo que decía.
-Ven conmigo, rápido.-gesticuló lentamente para que la
entendiera.
Desaparecieron entre todo el gentío. Cuando llegaron al
hogar del humilde hombre lo primero que hizo Sabio fue sacar de una cartera
hecha con cuero unos pergaminos conservados en perfecto estado aunque tenían
una apariencia antiquísima.
Cogió la pluma y escribió:
-Niña, esto que vas a ver no se lo cuentes a nadie. Esto ha
sido heredado de generación en generación, pues tiene un gran valor.-después la
miró, con gesto de preocupación.
Ella cogió la pluma para decirle:
-¿Qué va a ser de nosotros sin música?.-sus ojos estaban
encharcados en lagrimas, sin atisbo de esperanza. Una pequeña lágrima fue a
parar a las letras de tinta.
Sin más le mostró unos dibujos sorprendentes. Mostraba la
representación de un lugar de profundidades infinitas y estatuas gigantescas alrededor
de un mar. Por arriba caían aguas espumosas que formaban preciosas cataratas.
-Según contaba mi padre estos son los cinco Pétreos del
silencio. Hace milenios, cuando se despertaron, ocurrió una cosa semejante, se
conservan con tanta precaución estos dibujos porque pueden darnos pistas y
servirnos de solución a este acuciante y temido problema.-se quedaron un
momento escrutando los dibujos.
-¿Entonces dice que estos nos han quitado nuestro sentido
más maravilloso? ¿cómo?-al parar de escribir se quitó las lágrimas con las
manos.
-Nadie sabe. Hay muchas preguntas y conocemos pocas
respuestas. Unos dijeron que expulsaron de su boca vibraciones y eso hizo desaparecer
el sonido. Otros, dijeron que enviaron formas invisibles hasta nuestros
dominios y sin darnos cuenta les sacaron el tímpano. Únicamente puedo decirte
con certeza que los humanos estamos destinados a hacer un segundo viaje.-le
puso la mano arrugada en el hombro y después la abrazó.
-¿Es qué hubo un primer viaje?.-escribió asombrada.
-Si, por supuesto y gracias a él conseguimos nuestro
sentido.-paró un momento de escribir, la miró y después continuó.-Pero nunca
volvió. Quiero decir, el que se aventuró hacia las tierras desconocidas lo más
probable es que no hubiera sobrevivido a las malezas, caminos escabrosos y
pantanos verdosos. Más allá de los lindes de nuestras tierras los caminos están
llenos de peligros.
-Entiendo.-fue la última palabra que escribió aquella noche.
Ahora todo era diferente. Sin sonido ningún humano podía
sonreír, para ellos era la esencia de la vida, algo muy especial que de
improviso había desaparecido, nadie sabía si algún día la música iba a volver a
sus oídos.
Los días carecían de entendimiento y las noches eran puro
enloquecimiento. El silencio estaba muy presente, poco habitual en el Reino
Sinfonía.
Los hermanos Vargados, después de comprender lo que había
dicho la angelical Sisi, decidieron asumir la responsabilidad, por el bien de
todos. Para ello no había día en el que no se ponían a pensar en lo que se refería
a los dibujos que le había entregado el Sabio a Sisi aquella noche.
Pasaron los días y las noches hasta que al fin encontraron
una pista. Los pergaminos contenían en segundo plano unas palabras grabadas en
un idioma antiguo pero que conocía el sabio. Los rayos del sol los descubría.
-Sois estupendos. Han pasado milenios y nadie se dio cuenta,
ni siquiera yo,¿ cómo hemos podido estar tan ciegos? Pero ¿y esta partitura, para que servirá?. Mi padre no me
habló de ella nunca.-se quedó pensativo después de escribir.- Partiréis esta
misma mañana a buscar el corcel del que habla este texto. No sin antes
comunicar al rey de vuestras intenciones esperanzadoras.-los miró por última
vez, pensando que algo se le olvidaba decirles.
Consiguieron la entrada a sus aposentos aunque con mucha insistencia.
Cuando entraron a la alcoba, toda decorada con adornos
populosos vieron lo nunca visto.
El rey se encontraba en pésimas condiciones. Junto a él, estaba
sentada en una silla la reina, triste.
Rere, el segundo hermano, sacó unos pergaminos para
escribir.
-Lady Daniela. Me complace deciros que albergamos esperanza
en nuestros corazones y este es el motivo.- Rere le mostró los dibujos y la
partitura y también le contó todo lo que sabían.
-Me parece una locura, eso es lo que me parece.-escribió
rompiendo a llorar.-mi rey no puede vivir sin música. Ama la música más que así
mismo. La universidad la creó con el fin de que se pudiera perfeccionar la
calidad de los músicos para enamorar sus sensibles oídos con bellas canciones,
pero-paró de escribir-todo se ha acabado. Solo espero que no cometa una locura.
-My lady. Si me permite le diré que no puede ser tan
pesimista. Después de lo que os ha contado mi hermano, tal vez haya solución.
Nos arriesgaremos nosotros, en nombre del reino.-al terminar de escribir le
mostró su valentía cerrando los puños en el aire, con fuerza.
-¿Qué pretendéis hacer?
-Dejarnos llevar por el destino por medio de un viaje
incierto.-escribió Lala, que hasta ese momento se había mantenido detrás.-somos
conscientes del peligro que corremos pero hemos de hacerlo.-la reina vio en sus
rostros seguridad, por lo que asintió con la cabeza, bailándole una pequeña y
tímida sonrisa. Cogió la mano de su
marido y suspiró.-Primero comunicaremos a todo el mundo esta noticia. Han de
saberlo.-escribió una carta plasmando la noticia con todo lujo de detalles. Una
vez lo hizo, envió al águila real con la carta a la ciudad.-pero no podéis
partir vosotros solos. Os proporcionaré una docena de caballeros para que os
protejan de todo mal.
-Me temo, Lady Daniela, que por muchos caballeros que nos
mandéis estaremos desprotegidos.-se puso de rodillas y le dio un beso en la mano.-pero
no desprecio vuestro ofrecimiento.
Un poco más tarde se fueron a escondidas de la ciudadela,
mirando atrás, a cada rato, cabizbajos. Detuvieron durante todo el camino en su
cabeza el momento en el que se despidieron de sus familiares, por lo menos eso
les reconfortaba.
Perduraron en sus memorias el ritmo de la última canción. Silbaban,
cantaban, tocaban sus flautas preferidas aunque no podían oír y cuando se
percataban de eso, se les inundaba el cuerpo de rabia. Los guerreros trotaban
con suma elegancia, transportando las vituallas.
Pocas veces habían sentido una unidad entre ellos, como si
fueran una sola fuerza. Normalmente cada uno intentaba mantenerse alejado del
otro, esquivar encontronazos, contarse lo menos posible acerca de uno mismo. Si
no fuese por la apariencia similar no pensaría nadie que fueran hermanos, eran
muy diferentes pese a que tenían en común un don, el de la música. Se podría
decir que hace poco les había unido más,
junto con este suceso, pero de todos modos todavía existía un aire
intenso entre ellos.
Durante el viaje tuvieron que elegir el camino correcto. En frente
se perdían a lo lejos dos caminos, tapados por un manto de niebla, separándose
uno del otro. A la izquierda un camino terroso, flanqueado por una hilera de altos
robles. Estaban tan unidos que las ramas se entrelazaban como telarañas. Las
raíces, se ocultaban en la tierra.
A la derecha uno tortuoso, este presentaba un aspecto más atroz y desconfiado pues en el
suelo se levantaban pedruscos, los arboles parecían formar una especie de arco
al estar tan doblados, por ello las hojas estaban a una altura humana por lo
que podría ser molesto para ellos.
Dodo, el mayor apuntó con el dedo hacia el camino de la
izquierda. Se puso a su favor Lala y gran parte del séquito, pero los otros se
detuvieron. No se fiaban, incluso la pequeña Sisi presentía algo malo.
Dodo sacó de nuevo los pergaminos y la pluma.
-Hacernos caso, este es menos arduo y a la vista está que es
seguro.
-No y no.-Sisi frunció el ceño y se cruzó de brazos.
Dodo se dijo así mismo: ´´niña mimada, ojala te mueras.``
Pero lo que escribió fue otra cosa:
-Haz caso a tu hermano mayor.
-Déjala en paz ¿Por qué no vas tú? demuéstranos la seguridad
del camino.-esta vez Rere gesticuló despacio.
Dodo asintió convencido de sí mismo. Se acercó rápidamente.
Al pisar la tierra notó que se movía en círculos y lo metía hacia dentro.
Gritó, desaforado. Estos corrieron en su ayuda, al igual los guerreros, le
cogieron de los brazos para sacarlo con todas sus fuerzas. Se debilitaban por
momentos creyendo que era la última vez que lo veían con vida. Sisi se cayó al
suelo, agotada pero Lala y Rere persistieron, logrando el rescate.
Suspiraron, abrazándolo. Se quedaron unidos durante un buen
rato, sintiendo el amor entre hermanos que desde hace tiempo no salía.
Después de llegar a la otra punta observaron extensos campos
de trigo a merced del sol que se manifestaba con más intensidad. Descansaron a
la sombra de la copa de un árbol. Los guerreros tuvieron que aguantar el calor,
deshidratados.
-Hemos llegado, este es el sitio del que hablan los
pergaminos.- Rere mojó la pluma en el tintero antes de escribir.
-Pero ¿cómo sabremos donde está el corcel?-escribió Lala.
-¡Diantres! en los pergaminos no pone nada.-escribió Dodo con
el rostro sombrío.
-¿Qué vamos a
hacer ahora?.-escribió Sisi, a punto de llorar.
-Estamos perdidos.-cuando acabó de escribir Rere, se dio
cuenta de que los tinteros que había colocado con sumo cuidado en su bolsa se
habían regado. Se enfureció.
Al verlo en ese estado todos supieron porqué era y ellos
también se enfadaron. Sin la tinta ya no podrían escribir de modo que tampoco
podrían comunicarse de forma clara, solamente les quedaba la gesticulación.
Sisi saltó de alegría. Todos se quedaron extrañados sin
conocer el porqué de su comportamiento.
Ella, sin embargo no paró. De pronto observaron su boca,
parecía que estaba cantando. Leyeron muy difícilmente sus labios y en su mente
apareció la canción más marcada en sus infancias puesto que les recitaba siempre,
después del ocaso, su madre, antes de morir.
El ocaso maravilloso
se acerca.
Las estrellas color
plata están cerca
también y la pálida
luna llena alumbrará la cerca
de los dominios de
Alebosí y todas las tierras yermas.
Una palabra nada mas necesitarás
en este día de luna llena
y en este desolado
lugar para que aparezca de tal forma que nunca olvidarás.
Pero es indispensable
que la pronuncies bien, pues de lo contrario nunca jamás lo verás
La palabra mágica que pronunciarás
Es; Clarimonicadosferoribunoushakakisdasina
Hasta ese momento nunca supieron que les iba a hacer falta,
ni tampoco que existiera en verdad.
Sisi con destreza pronunció la palabra. Lo hizo
correctamente ya que cuando tenía cinco años lo intentaba todos los días pues
suponía un reto para ella.
Para asombro de aquellos muchachos y su séquito, aquel
corcel alado, níveo como la nieve apareció en el cielo, dejando una estela
brillante detrás. Planeó durante un tiempo y después aterrizó ante ellos.
Todos se quedaron perplejos, viendo la beldad infinita del
corcel. Sisi se acercó con una sonrisa para acariciarla, al igual lo hizo Lala
menos los hombres que prefirieron mantener la dureza viril. Para asombro de
Dodo, Rere se acercó también, eludiendo su mirada. Entonces, se levantaron unas
carcajadas entre el séquito pero como no oía Rere no se alteró.
Partieron de inmediato. Sisi y Rere se montaron en el
caballo disfrutando de un viaje espectacular por aire. Abajo todo era como
motas de polvo y arriba casi acariciaban las nubes de algodón. Por primera vez
Rere se sintió niño, algo que anhelaba demasiado.
Solo Dodo se conservó maduro y circunspecto todo el camino
pero algo dentro de él le decía que no tendría otra ocasión, que sería una
emoción especial, aun así siguió igual de serio que siempre.
Llegaron a una especie de túnel que pasaba por el centro de
un elevado pliegue. Desde los flancos se extendían unas torres blancas unas en frente
de otras hasta que desaparecían a lo lejos, a miles de kilómetros. Estaban
demasiado pegadas como para que lograran pasar en medio de ellas y eran
demasiado altas como para que pasasen volando por arriba puesto que las nubes
las cubrían. No tuvieron más remedio que pasar por el túnel oscuro.
A todos les infundía temor, incluso a los guerreros, incluso
al Dodo de piedra.
Sus corazones palpitaban con celeridad, sus pasos en cambio
se adentraban parsimoniosos, en fila.
El caballo, que se había convertido en guía del viaje lo llevaba Rere, el primero de
todos. Intentaba creerse a sí mismo que ese túnel no le daba miedo pero no
podía mentirse. El temor le vencía por momentos, a medida que se acercaba más y
más y más. En el umbral se detuvo, suspiró dos veces lentas y prosiguió. Los
trotes del caballo producían un eco aterrorizador, para la suerte de ellos, no
los pudieron oír.
Cuando todos estuvieron dentro notaron una ligera sensación
de agobio y que se acrecentaba cada segundo que pasaba. En sus pensamientos pasaron
cosas sórdidas que les confundía. La pequeña gritaba con todas sus fuerzas pero
nadie la podía consolar.
Todos esbozaron una sonrisa agridulce al oír una extraña y
perturbadora canción pero de repente un sonido agudo les reventó el tímpano.
Cayeron al suelo encharcado de lodo, asustados pero inmediatamente
continuaron puesto que vislumbraron una
pequeña luz al final.
Cuando salieron a la luz se dieron cuenta de que la pequeña
no estaba. Ninguno se atrevió a entrar otra vez pero querían recuperarla hasta
cuando la dieron por muerta después de esperarla un buen tiempo apareció toda
cubierta de barro. La abrazaron muy fuerte, quitándole el barro de la cara para
darle besos.
Continuaron el trayecto al albur de un destino incierto
hacia los confines del extenso terreno yermo. El cielo cargado de nubes les
advertía de la llovizna previa. A esas alturas y sin ningún abrigo donde poder
refugiarse ya denotaban unos rostros cansados. Mientras caminaban se sacaron frutos
frescos y pan para comer, era lo único que les quedaba.
Más después el camino se hizo cada vez más estrecho, oculto
por una arboleda. A unos pasos más se toparon con una cueva donde acamparon
hasta el siguiente día. Como pudieron se apretujaron los hermanos al fondo donde
conciliaron el sueño a mitad de la noche.
Había sido un día agotador, todos estaban deseosos de ir a
casa y algunos se arrepentían de haber venido pero ya no había marcha atrás.
Tenían que encontrar aquel lugar y derrotar a los Pétreos para devolver el
sonido a todo el mundo, lo que no sabían era que para ellos nunca más iba a
existir el sonido después de ese pitido.
Al siguiente día parecía más prometedor. El sol reinaba con
todo su poderío en lo alto, en medio de un cielo límpido azul. Siguieron el
transcurso del río durante gran parte de la mañana y llegaron a un lago enorme
a mitad de la tarde.
Dodo junto a Sisi se montaron en el caballo pero los demás
no encontraban la manera de llegar al otro lado si no era nadando. Después de
mirarse los unos a los otros se metieron al agua fría. Finalmente lo lograron.
Después pasaron por un puente largo, nadie pudo mirar el
abismo oscuro de abajo mientras cruzaron. Al pisar el suelo liso del otro lado
vieron un paso hecho solamente con tablas de madera y unas cuerdas que las
sujetaban. Abajo corría un río blanco donde veían las puntas afiladas de unas
piedras.
Más de uno no se atrevió a cruzar y hubieron otros que
abandonaron la misión, esto era mucho peor que lo de antes. A lágrima
tendida lloraban las hermanas las cuales
fueron bofetadas fuertemente por Dodo y obligadas a pasar primero. Rere se
enfrentó a él con la espada de uno de los caballeros. La esgrimió con gesto
solemne, le embargó la ira acumulada de todos los anteriores años y descargó
contra él.
Dodo fue rápido y esquivó la espada a tiempo por lo que su
hermano cayó, miraron sin poder creérselo como su hermano impactaba en una de las rocas,
su sangre manchó la blancura intacta del agua.
Lala y Sisi lo intentaron pegar con todas sus fuerzas. Él se
quedó paralizado, había pasado todo muy rápido, de repente se había quedado sin
hermano. Sus lágrimas eran de puro dolor.
Siguieron el camino, cabizbajos. Ni siquiera el vértigo les
atemorizaba ahora.
Allá la inmensidad de los pétreos les esperaban y el mar infinito
cubría casi todo.
Había llegado el momento más difícil. Tenían que vencer a
los pétreos y lo peor era que no sabían cómo.
Sisi apuntó a los pequeños escalones de las paredes
adivinando el camino para llegar hacia ellos. Todos estaban pensando lo mismo
´´¿y después qué?``, ´´¿cómo les venceremos?``
Dodo ordenó a los guerreros caminar hacia los escalones de
los dos lados. Mostraron valentía al atreverse a hacerlo sin ninguna queja.
Despacio caminaban pegados a la pared sin mirar abajo.
A esas alturas del viaje habían perdido todas las
esperanzas. Se decían que habían llegado hasta allí de milagro, arrepentidos de
hacerse los valientes, que eran simplemente unos chavales fanáticos de la música,
solo eso, que no eran ni por asomo los héroes que pasarían a la historia
guardados en las historietas que relatarían los juglares.
Dodo les hizo señas para que volvieran pues habían abortado
la misión ellos también.
Sisi no se lo creyó. Les dirigió una mirada pensando que a
esas alturas no se podían rendir.
Se volvieron hacia
atrás destrozados por completo, menos la hermana que empezó a cantar.
Los tres sacaron sus flautas, al unísono sin saber porqué lo
hacían. Dodo sacó la partitura misteriosa y empezó a tocar, le siguieron Rere y
Lala, haciendo una pequeña piña, al mismo tiempo que unas lágrimas cristalinas
caían de sus ojos y se deslizaban con movimientos de serpiente hasta caer al mar, integrándose en la infinidad de
gotas.
No les hizo falta oír el sonido de las flautas para sentirla
en el fondo de sus corazones.
Sus ojos se abrieron como los de un búho cuando los Pétreos
tomaban vida y se acercaban con pasos lentos contra la fuerza del mar. Lanzaron
piedras hacia los muros donde estaban ellos, sin fortuna. Muertos de miedo
siguieron tocando pero con más fuerza al tiempo
que hacían cabrear y debilitar a Los Pétreos. Siguieron insistiendo, sus
ímpetus eran muy poderosos. Estaban muy cerca de ellos, uno atizó su brazo forzudo
en medio de ellos con lo que partió la puerta, mientras que los otros lanzaban
bolas hacia los lados donde todavía permanecían inmóviles los soldados, de
pronto los Pétreos se quedaron quietos y se disgregaron en trozos muy pequeños.
Las hermanas perdieron el equilibrio, estaban a punto de
caerse pero su hermano las cogió de la mano en el último segundo.
-¡Aguantar, por favor!.-Dodo gritó descubriendo la más
dolorosa de las verdades, aun no podía oír. Empezó a llorar, aguantando la
carga de sus hermanas que también la habían descubierto.
Dodo aguantó con todas sus fuerzas. Se había dado cuenta en
ese momento de que sin ellas no podía vivir. Se lamento por todo lo malo que
les hizo. Rezó a los dioses que lo ayudaran pero comprendió cuando se les
resbalaba sus manos y las vio caer al agua que no existía dios alguno, todo
había terminado con un final triste.
Solo quedaba él en pie, sin nada que lo anime a seguir
viviendo. Dio un pequeño paso hacia el filo del peñasco. Miró hacia abajo a
punto de tirarse.
Diez años después la gente del reino celebraba el día en que
volvió la música a sus oídos con festines a mansalva y bailes populares. Se
respiraba un ambiente alegre y a la vez triste por la muerte de los héroes.
Los reyes mandaron a componer una canción en honor a los
Vargados. Siempre que venía el día de la celebración los músicos la tocaban.
Aquel día no iba a ser una excepción. Todo el mundo cantó
apoyando a los padres que todavía no se habían recuperado de la tristeza.
Levantaron las copas y el rey dijo:
-Señores y señoras, damas y caballeros. Hoy se cumple diez
años de cuando por suerte y gracias a nuestros queridos héroes volvió la música
a nosotros. Quiero celebrarlo y a la vez guardar un minuto de silencio por la
pérdida.-dijo con ojos lagrimosos.
El silencio se quebró a mitad con los lloros incesantes de
los padres.
-Animo. Nosotros os apoyaremos y os...-el sonido de la
puerta al abrirse interrumpió a la reina.
No vieron quien era hasta que la gente formó un pasillo,
asombrados.
Los trotes del corcel era el único sonido en aquel momento
de impresión.
-¡Hijo!.-la madre corrió hacia él para abrazarlo.-¡Has
vuelto!
-Madre, la he extrañado mucho durante todo este tiempo.-Se
apeó para dirigirse hacia el padre.
-¿Y tus...?-el padre repleto de ilusión miró a todos lados.
-Ese túnel nos dejó sin tímpanos así que no puedo escuchar. Ellos...murieron-dijo
llorando-fue mi culpa. Se me resbalaron de las manos y Rere-silencio-Rere se
enfureció conmigo y cayó al mar.
-Dioses, ¿de qué túnel hablas hijo mío? y ¿Por qué murieron?-el
padre lo miró a los ojos.
Dodo pudo leer en sus labios lo que dijo
-Verá padre, antes y me arrepiento, antes odiaba a mis
hermanos. Pensaba que no los quería pero me di cuenta muy tarde de lo
contrario. Cometí una estupidez detrás de otra.-reventó a llorar.
Todos los días rezaba por sus hermanos. Pasaba lentamente
por sus alcobas recordando aquellos momentos cálidos cuando todo estaba
contaminado por la felicidad, las risas y los juegos.
Finalmente pudo recobrar un poco de felicidad con la chica
con la que se casó pero no había un solo día en que no no recordaba aquel
momento después de la muerte de sus hermanos cuando prefirió vivir porque
pensaba que morir era de cobardes.